El pasado 21 de abril aparecía muerto Prince en extrañas circunstancias. El cantante de 57 años, inolvidable autor de “Purple Rain”, para mayor morbo y para fomento de diversas teorías conspirativas, yacía en un ascensor de su fabulosa mansión de Paisley Park, cerca de Minneapolis, su ciudad natal.
De forma inmediata se daba la noticia de que su fallecimiento había sido ocasionado por una sobredosis de un fármaco llamado “Fentanilo”, y desatándose miles de especulaciones erróneas y fantasiosas, comentarios osados trufados de ignorancias y diagnósticos basados en suposiciones superficiales e inconsistentes.
Intentemos poner un poco de orden y fundamento en la cuestión. El fentanilo se incluye en el grupo de los analgésicos opioides derivados de la fenilpiperidona. Es un agonista puro opioide que actúa por la interacción con los receptores mu opioides distribuidos por nuestro organismo. Su gran poder lipofílico le permite atravesar rápidamente las membranas celulares de la mucosa oral, alcanzando el torrente circulatorio. Por la misma razón atraviesa velozmente la barrera hematoencefálica distribuyéndose en cerebro, corazón, pulmón, riñón y bazo y más lentamente en músculos y tejido adiposo.
El Fentanilo fue sintetizado y desarrollado por el Dr. Paul Janssen en 1959 bajo patente llevada a cabo por su compañía Janssen Pharmacéutica. Debido a que su semivida de eliminación es muy corta y la duración de su efecto analgésico breve tras una dosis única intravenosa, durante décadas su uso ha estado confinado al quirófano para la analgesia intraoperatoria por esta vía. Sin embargo, el desarrollo de nuevas vías de administración ha ampliado el campo de utilización en el dolor crónico y dolor irruptor (exacerbación transitoria en el contexto de un paciente con dolor basal controlado con opioide).
Aunque la vía transdérmica es de uso común en otro tipo de fármacos como los cardiovasculares y hormonales, el Fentanilo fue el primer opioide disponible por esta vía. Aprobado por la FDA en 1991 para el tratamiento del dolor crónico, en España se comercializó en Mayo de 1998. Siendo segura esta vía de administración, su lento pico plasmático lo hace inviable para el tratamiento del dolor agudo. Su forma de administración no invasiva de liberación rápida fue comercializada por primera vez en USA por la FDA, en 1993 como premedicación anestésica en niños, y posteriormente en 1998 para el tratamiento del dolor episódico en pacientes oncológicos. Para tal uso se aprobó en Gran Bretaña en 2001 y en otros 16 países europeos, incluido España, como citrato de fentanilo oral transmucoso (CFOT), unido a una matriz edulcurada con un vástago para su aplicación. La bondad y eficacia del Fentanilo por vía transmucosa han sido tan espectacular que han proliferado diversas formas galénicas de citrato de fentanilo en el mercado similar a éste último: Comprimido Bucal d Fentanilo (CBF) , Fentanilo Sublingual (FSL) , Film Soluble Bucal de Fentanilo (FSBF) , Spray Nasal de Fentanilo y Fentanilo Pectina Nasal (FPN).
En fin, el Fentanilo es un opioide con más de cincuenta años de historia, un viejo conocido de los anestesiólogos y actualmente muy usado en las Unidades del Dolor para tratamiento del dolor crónico en forma de parches transdérmico de liberación retardada (es el opioide potente más prescrito en España) y en distintas formas galénicas de liberación rápida, como ya se ha comentado, para tratamiento de las exacerbaciones agudas y transitorias de dolor, conocidas como dolor irruptor.
Por tanto estamos hablando de un fármaco muy extendido en su uso y con una baja incidencia de complicaciones letales, al menos en España, aunque debe extremarse su control, especialmente, en los modelos de liberación rápida, aunque resulta inverosímil pensar que con un uso adecuado, ponderado y racional podamos tener un efecto tan deletéreo como el acaecido en el caso del cantante norteamericano.
En el trasfondo de este fatídico resultado se esconden dos circunstancias muy peculiares, una de carácter general y otra muy particular: de una parte la compulsión de la sociedad norteamericana al consumo de drogas lícitas e ilegales (cada año mueren 15.000 personas a causa de una sobredosis en USA, siendo 4.000 las que fallecen por heroína y cocaína, pero la mayoría la causa es por analgésicos que precisan recetas oficiales).
Pero por otro lado está el componente individual. Prince padecía fuertes dolores de cadera y llevaba tiempo consumiendo de forma aberrante y desordenada cantidades notables de analgésicos. De hecho fue hospitalizado por una sobredosis de Percocet (compuesto de acetaminofeno y oxicodona) seis días antes de su deceso y días antes del fatal desenlace, el entorno del cantante solicitó ayuda a un afamado médico especialista en tratamiento de adicción quién pretendía deshabituarlo con Buprenorfina.
Por tanto no estamos ante el fallecimiento de un paciente por un efecto adverso de un fármaco, sino ante un caso de adicción a distintos fármacos, entre ellos distintos opioides potentes, entendiendo por adicción la instauración de una conducta de uso compulsivo; implicación excesiva y repetitiva en la búsqueda y administración (“craving” o avidez) de la sustancia de abuso; uso continuado, pese a ser consciente el sujeto del daño sanitario, laboral, social, familiar y abandono de sus obligaciones que le procura la droga.
Decía Theophrastus Bombart von Hohenheim (Paracelso) “ Nada es veneno, todo es veneno: la diferencia está en la dosis.” Un cuchillo es un utensilio necesario en distintos órdenes de la vida, el hecho de que alguien lo utilice con fines criminales no debe redundar en rechazo a su uso ni en satanizar su empleo. Es un elemento indiscutiblemente útil que alguien ha utilizado desviando su empleo primigenio para obtener fines no deseados.
Lo mismo ocurre con el Fentanilo, es un opioide de eficacia contrastada y utilidad pública, su uso desordenado y compulsivo no nos debe llevar a la fácil postura de rechazarlo por peligroso restringiendo sectariamente su prescripción, sin valorar la bondad de sus efectos. Siempre a nuestros pacientes debemos ponderar los beneficios y riesgos de la medicación opioide, aplicando de forma estricta los principios bioéticos de justicia, beneficencia y no maleficencia.
Recordemos finalmente lo que decía Sydenham, el Hipócrates inglés, hace ya cuatro siglos: “De los remedios que ha dado Dios al Hombre para aliviar su sufrimiento, ninguno es tan universal y eficaz como el opio”.